Una vez terminado su laborioso rodaje, Luces de la ciudad tuvo que enfrentarse al ambiente inhóspito que el cine sonoro había creado contra el cine mudo. La primera proyección de prueba en Los Ángeles fue un rotundo fracaso, pero el estreno oficial en esta ciudad fue un gran éxito. En palabras del propio Chaplin: "Entiéndanme, considero al cine hablado como un añadido muy valioso al arte dramático, aparte de sus limitaciones, pero sólo lo considero un añadido, no una sustitución. Ciertamente, nunca podrá ser una sustitución del cine que se presentó como una forma avanzada del arte de la pantomima, y al fin y al cabo la pantomima ha sido siempre el medio de comunicación universal. Existía ya mucho antes de que naciera el lenguaje hablado. La pantomima sirve cuando los lenguajes están en el conflicto de una común ignorancia. Los pueblos primitivos utilizaron el lenguaje de los signos antes de poder expresarse mediante sonidos inteligibles".
Entre el cielo y el infierno, lo más alto y lo más bajo, el itinerario de Chaplin en Luces de la ciudad recorre mansiones y casuchas, los barrios residenciales y los más pobres suburbios, en lo que se muestra como una especie de descenso a los infiernos del capitalismo. El vagabundo, interpretado por el propio Chaplin, se debate entre dos ambientes u opciones vitales. Conoce a un millonario que solo le profesa su amistad cuando se emborracha, mientras el resto del tiempo ni siquiera lo reconoce, todo lo cual supone para él la tentación eternamente frustrada de la vida fácil y la irresponsabilidad. Pero también conoce a una florista ciega, de la que por supuesto se enamora, que lo toma por un hombre rico y que le provoca sentimientos muy distintos: la solidaridad, la decencia y la humildad.
La música de éxito La violetera, compuesta por José Padilla y popular en París, Londres y Nueva York, es el hilo conductor de la película y, como recuerda en sus memorias el director, la inspira. Fue cantada igualmente por Raquel Meller, a quien conoció Chaplin cuando triunfaba en una gira por Estados Unidos, e intentó sin éxito incluirla en el reparto de su película. Chaplin empleó la música sin reflejar la autoría del auténtico compositor, por lo que el maestro Padilla interpuso el correspondiente pleito, que ganó en París en 1934.
El juez tomó claramente partido por el compositor español afirmando en la sentencia: "El uso repetido de La Violetera lo convierte en leitmotiv y revaloriza el film". Y deja igualmente constancia de lo siguiente: "La violetera se utiliza cuatro veces completa y 15 fragmentada". Y ordena: "En ningun caso se llevará a confusión en créditos, programas de mano, o publicidad".
La música de José Padilla ha sido declarada por la UNESCO de Interés Universal.
TEATRO CAMPOAMOR
OVIEDO FILARMONÍA
Director: Oliver Díaz
Localidades a la venta
Patio y Entresuelo: 12 euros
Principal: 10 euros
Anfiteatro y general: 8 euros
Taquilla del teatro Campoamor de 11 a 14 horas / de 17 a 20 horas